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No existe un estado ideal extático, sino un ir y venir, un perderte y encontrarte, un sentirte conectado y en desconexión.

Maravilloso error que me regresa a mí, que me recuerda mi lado humano, que me recuerda que no tengo razón ni necesito tenerla, que no se trata de una lucha sino de aprender a escucharme y a escucharte, de aprender a residir en mi corazón, abierto, humilde y sensible, para poder entregarme, para poder entregarte, para poder realmente estar. Se trata de aprender a reírme a carcajadas de mis supuestas certezas, de flexibilizar mis durezas, de mirarme y mirarte con dulzura y compasión, de estar abierta a quebrarme una y otra vez para abrazar y experimentar nuevas maneras de percibirme, de percibirte, nuevas maneras de ser y estar.

Tu verdad es tu verdad y aprendo a respetarla, aprendo a nutrirme de ella, aprendo a honrarla. Que se rompa una y otra vez la imagen que he tenido de mí, que se rompa una y mil veces para observar partes de mí que desconozco y permiten que me expanda, para reconocerme en ti, para aprender a dejar espacios vacíos en lugar de buscar llenarlos, para crecer en comprensión, en admiración por tu proceso y por el mío, en admiración por lo que ahora dignamente me estás mostrando, honrando todo lo que en este momento eres, honrando todo lo que en este momento soy.

En el amor no existe mejor ni peor, ni arriba ni abajo, es una ilusión, cada experiencia forma parte del aprendizaje de este viaje, en el cual todos somos seres humanos experimentando, compartiendo, reflejándonos unos a otros para crecer en consciencia y amor. Y elijo recordarlo, elijo recordarlo cada vez que lo olvide, elijo recordar que tanto tú como yo estamos parados sobre la misma tierra que nos nutre y alimenta, que nos proporciona el mismo aire, que nos permite permanecer con vida, que tanto tú como yo somos seres trazando hoy de la mejor manera que podemos nuestro propio camino, y que todos, inevitablemente, llegaremos al mismo destino, a vivir a pleno el amor.


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