Acepta tu imperfección, acepta que con distintas circunstancias de la vida se abren tus heridas, acepta que cada ser que te acompaña o aparece en tu camino es un maestro que refleja partes de ti, que te ayuda a ahondar en ti, que desde la oposición o contraste te ayuda a volver al centro.
Cada vez que te rigidizas obsérvate, cada vez que algo te duela mantente en ti, y si te vas vuelve, si te vas vuelve de nuevo a ti. Nuestra real responsabilidad es hacernos cargo de nuestro sentir, y nadie más puede hacerlo por nosotros, forma parte de la madurez, de la evolución de nuestra alma, forma parte de crecer en amor.
Estamos acostumbrados a buscar el reconocimiento fuera, la confianza fuera, el amor fuera, y lo que obtenemos del otro se vuelve inconsistente, irreal, porque lo que recibamos siempre será insuficiente si en el fondo nos sentimos carentes, si en el fondo de nuestro ser nos sentimos inválidos, inseguros, si buscamos fuera lo que no nos estamos dando.
Y no pasa nada con la inseguridad, la desconfianza, el sentirte inválido, ¡Si todos estamos caminando! No existe la perfección. Acógete allí donde estás y no quieras cambiarte, date el amor que estás buscando, llora contigo, tiembla contigo, siente a pleno contigo, estás allí para ti, hoy te tienes a ti, y nada ni nadie podrá colmar lo que por ley divina te corresponde entregarte, estás aquí para amarte, y cada momento en el que tomas consciencia de ello, cada momento en el que eliges permanecer contigo estás creciendo en ti, está creciendo el amor en ti y es una verdad que se va haciendo palpable, el amor que te entregues es una verdad irrefutable y no hay forma de volver atrás.
