Amar nuestra
Vulnerabilidad
Por Vanessa Ferrer Matos
"La herida es el lugar por donde entra la luz".
Rumi
uando hablo de amar nuestra vulnerabilidad me refiero a amar la imperfección, a abrazar el error, a reconocer que somos seres humanos en continua expansión, en continuo
C
Hemos crecido con la creencia de que el error es negativo, que necesitamos ser de una forma determinada para merecer amor, hemos vivido con un nivel de exigencia que no se ajusta a nuestra realidad humana, que no reconoce el valor de la falla, de la equivocación, y esto nos ha impedido honrar nuestro proceso natural de evolución, nos ha alejado de experimentar amor por cada uno de los pasos que vamos dando, mientras descubrimos quiénes somos, mientras aprendemos a expresar lo que verdaderamente reside en nuestro interior.
Hemos formado parte de un sistema sociocultural donde lo correcto ha sido vivir en una continua lucha con nosotros mismos, hemos vivido escindidos, normalizando y premiando el esconder partes de nuestro propio ser por considerarlas erradas, inadecuadas, empleando gran parte de nuestra energía vital en intentar eliminarlas -como si eso fuera posible- y en construir, desde muy temprana edad, sin ser conscientes de ello, una imagen de nosotros mismos que niega nuestra verdadera esencia, una imagen ficticia que busca encajar en lo que demanda el entorno para ser aprobados, para ser valorados, para ser amados.
Este mecanismo inconsciente ha generado que poco a poco armásemos una fuerte coraza, una dura máscara para poder sobrevivir y funcionar en este mundo, donde estar desvinculados de nuestra verdad se ha naturalizado y ha formado parte de nuestra cotidianidad, se ha convertido en nuestra forma de habitarnos y habitar la vida. Y la verdad es que esta máscara ha cumplido su perfecta función, nos ha permitido protegernos del dolor que desde muy pequeños no
crecimiento, y para que ese crecimiento pueda darse es necesario que aparezca el error. El error forma parte del aprendizaje, el error forma parte del amor.
sabíamos cómo gestionar e integrar, nos ha permitido lidiar con la herida que se fue abriendo al exponernos y no haber sido realmente comprendidos, al no haber sido apreciadas cada una de nuestras partes y ser valorados como totalidad.
Pero como el destino inevitable de nuestra alma es evolucionar, expandir nuestra conciencia y reconocer nuestra gran verdad, llega un momento en nuestras vidas en el cual no podemos huir más y se hace insostenible mantener esa coraza, que sin saberlo nos enjaula, que nos impide verdaderamente amarnos y amar, y comienza a hacerse mucho más fuerte el dolor de continuar cargando con ella que empezar a asumir cómo se desbarata, cómo se resquebraja, la liberación del Ser se hace urgente y pulsa por restablecer su equilibrio real. Y la vida, sabia y poderosa, nos va poniendo en frente situaciones que nos muestran de manera sutil o contundente que miremos lo que ya estamos preparados para mirar, lo que ya podemos comenzar a atender y a transformar, lo que no hemos aceptado como parte de nosotros se manifiesta claramente en nuestra realidad, para poder integrarlo y vivir con mayor honestidad. Ha llegado el momento.
Iniciamos entonces un proceso de quiebre, de caos, de destrucción, en el cual sentimos vértigo y terror, al ver que inevitablemente empezamos a aproximarnos hacia un territorio desconocido donde es necesario aprender a soltar el control y dejarnos guiar por una sabiduría mayor. Se necesita mucha valentía para transitar este proceso y avanzar, porque comienzan a emerger muchas de las emociones que
previamente se encontraban subyugadas, las mismas emociones que luchamos desde niños por tapar y que tanto nos atemorizaban, empiezan a romperse estructuras que ya no nos funcionan más, estructuras que nos sostuvieron por mucho tiempo y que nos hicieron vivir con una sensación falsa de seguridad, y para que la transformación tome lugar, es necesario quedarnos desnudos sin ningún tipo de ropaje, es necesario quedarnos sin nada para comenzar a rearmarnos desde un lugar más sincero y real.
El permitirnos sentir el dolor que nos genera ese profundo proceso de quiebre nos conecta con nuestra vulnerabilidad, nos recuerda nuestra sensible condición humana y nos permite comenzar a vincularnos con nosotros mismos y con otros con empatía y humildad, abriendo nuestro corazón de par en par. El permitir quebrarnos nos vuelve más compasivos en relación a nuestros procesos y los del otro, nos permite aprender realmente a acompañarnos y a acompañar, honrando cada experiencia, honrando la vida que nos atraviesa y atraviesa a nuestro hermano, porque al mirar a sus ojos podemos reconocernos a nosotros mismos y darnos cuenta que estamos todos caminando y que no existe una forma de caminar mejor o peor, cada persona está viviendo exactamente lo que necesita experimentar para despertar a su ser esencial y desarrollar su mayor potencial. Todos, absolutamente todos, somos merecedores de ser amados y amar.
El amor acepta todo lo que Es, nos acepta con esta preciosa sensibilidad, con esta hermosa vulnerabilidad, nos acepta en este ir y
venir, en este reconocernos en cada paso, en este perdernos y encontrarnos. Tenemos un cuerpo humano, vivimos en un mundo dual, y en él es necesario experimentar los opuestos para llegar a un equilibrio y vivenciar la unicidad. Esta unicidad es el centro que integra todo y no divide, es donde cada una de nuestras partes puede expresar su versión más elevada, donde cada una de ellas ocupa su perfecto lugar, y a la vez juntas conforman un núcleo que opera como una totalidad; vivir en sintonía con esa fuerza que nace de nuestro propio centro integrado es lo que nos otorga balance y serenidad.
Este camino hacia la integración es una práctica de vida, la cual no es en lo absoluto pasiva, es una práctica que requiere de toda nuestra voluntad y valentía, requiere de dirección y osadía, pero a la vez de aprender a confiar y a fluir con lo que Es, con lo que se presenta ante nosotros, con lo que se manifiesta constantemente en nuestra realidad. Por ello, es tan importante que cada vez que observes que te rigidizas permitas quebrarte, y recibir con los brazos abiertos tu dureza, tu tozudez, que te abras a sentir el miedo de reconocerte imperfecto, a que se rompan todas tus certezas e ideales, el reconocer que no sabes quién eres, que no sabes realmente nada te libera de antiguos conceptos para abrirte a nuevas realidades, estás abriéndote a evolucionar. Y el error inevitablemente forma parte de este continuo aprendizaje, el error te recuerda hacia donde debes mirar, y siempre te dirige hacia la integración de cada una de tus partes, te dirige hacia el amor. El error te encauza, te devuelve al carril que se alinea con el propósito de tu alma, te permite romperte en pedazos para volverte a
armar, expandiendo tu perspectiva, expandiendo la visión que posees de ti mismo y de la vida, para luego volverte a quebrar. Es el vaivén de la existencia, es el continuo movimiento del universo, que viene y va, que se expande y se contrae, que naturalmente respira. Y ese movimiento te lleva a experimentar el éxtasis y la gloria, y a la vez la más cruda oscuridad, te pone de frente con experiencias que se convierten en lecciones de vida que te ayudan a aprender a vivenciarte desde la mayor neutralidad, a abrazar todo sin negar nada, a tomar conciencia que todo forma parte de un perfecto plan.
Cada caída te nutre, te sensibiliza, te humaniza y permite que se arme tu poder desde un lugar más honesto, más real, para que pueda cimentarse en tus entrañas una profunda humildad. Aprende a abrazar cada caída y atiéndete cuando estés en el suelo de rodillas, ríndete ante la experiencia, no te niegues más. Y si descubres que te estás negando, atiende a esa parte de ti que se niega y lucha, atiende a esa parte de tu ser que se resiste, ha estado allí durante tanto tiempo sin ser valorada y escuchada, y siempre ha sido una parte de ti, siempre ha sido una parte importante de ti, dale la atención que requiere, mírala
con profundo amor y tiéndele tu mano.
La práctica consiste en que todas tus partes aprendan a caminar juntas nutriéndose armónicamente unas a las otras, que aprendan a potenciarse y convivir en equilibrio abrazando la dificultad, valorando el rol que cada una desempeña, dándole lugar a que se exprese su propio poder y belleza singular. Se trata de aprender a vivir contigo
desde tu vulnerabilidad, de que no huyas más de ninguna parte de ti, de elegir vivir con el corazón abierto, con el alma plenamente expuesta, no necesitas defenderte de nada más, porque nada real nunca pudo ser amenazado. Ten el coraje de entregarte a vivir a pleno en tu verdad, a abrir espacios para que se revele tu verdadera esencia, entrégate a experimentar con suma honestidad la fragilidad y la fortaleza que te corresponden por naturaleza, dándole lugar a tu imponente y sensible humanidad, a tu hermosa divinidad. No tiene sentido que te resistas más, déjate caer al suelo y permite que se quiebre la coraza que has cargado durante tanto tiempo, permite que surja el renacimiento, que se dé la liberación, para que pueda comenzar a expresarse toda tu luz, tú propia y hermosa luz, porque es en ese proceso de caernos y levantarnos que nuestro amor se reinstaura, es en nuestra vulnerabilidad donde verdaderamente comenzamos a amar.
Kenneth Wapnick (2007). Un Curso de Milagros. Editorial Foundation for Inner Peace.