En una sociedad marcada por una educación autoritaria y que busca evitar repetir lo ancestralmente vivido, es lógico que el tema del establecimiento de límites en la infancia se haya desvirtuado un poco. Es la tendencia normal del ser humano irse a los extremos para llegar al equilibrio, y esto he podido reafirmarlo en mí día a día al trabajar con padres y educadores que se sienten tantas veces dudosos o culpables al momento de poner algún límite a los niños. Hemos asociado el límite con algo negativo, con la falta de libertad o elección, con la no escucha del niño, con la dureza y el desamor, pero en realidad son juicios o etiquetas que se le dan al ser malentendido, y no ser conscientes de que el límite está estrechamente vinculado con el amor.
El límite bien canalizado es una oportunidad para el niño de tomar consciencia del amor y respeto que se debe a sí mismo, que le debe a los otros y al entorno que lo rodea. El límite en realidad es una expresión de amor, de empatía, es crecer en consciencia en relación a lo que necesita el otro, de lo que puede afectar al otro, y de lo que significa el cuidado propio, de todos y de todo. Además, representa una maravillosa oportunidad para que el niño vaya armándose internamente y aprenda que no siempre las cosas en la vida serán de la manera que quiere o espera, y sin embargo, saber que igualmente está bien, que forma parte de vivir, y pueda aprovechar esas contingencias para crecer en creatividad y resiliencia, para crear nuevas maneras, para flexibilizarse y adaptarse a las circunstancias de la vida feliz y sabiamente.
Es tan importante el comprender el sentido profundo de para qué se establece un límite, como que no existan juicios de valor hacia el niño al momento de establecerlo, que no se ponga en juego su valía, su pureza, su bondad, su verdadera esencia. El niño es un ser humano en construcción, que al igual que nosotros, necesita experimentar para reconocerse, necesita caer para levantarse, necesita equivocarse para aprender, y cada experiencia que transita es importante en su vida, cada experiencia suma, pero depende de la connotación que nosotros le demos a éstas lo que permitirá que nuestro acompañamiento sea lo suficientemente amoroso y equilibrado para que el límite en lugar de coartar su libertad sea una oportunidad de expansión, de crecer en consciencia y amor, una oportunidad de pasar del amor egocéntrico a una forma más elevada de amar.
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